“Andan por ahí, con su atrevido miedo,
portando sus cincuenta y tantos años,
lindas, leídas, viajadas, sensibles.
Ojo con ellas.
Vienen de cerrar una puerta con decisión,
pero sin olvido.
Amaron, construyeron, parieron, cumplieron.
Amaron a su hombre, dieron alas a sus crías
y ahora, desentumecieron las suyas:
¡ahí estaban!:
intactas, brillantes, soberbias,
majestuosas, listas para el vuelo:
no ya las de un hornero,
sí las de una gaviota, soberana y curiosa.
Saben de la vida
y de tu hambre
porque con su cuerpo han sabido saciarlas.
Expertas en estupidez
y sus matices:
se reconocieron inmersas
en ella hasta el estupor
y soportaron mucha hasta el dolor;
sabrán distinguirla, no lo dudes.
Versadas en economía,
la aplican en el gesto,
en el andar y en su exacta sensualidad.
Ojo con sus caderas sabias:
ya se estiraron y contrajeron,
se estremecieron y agitaron.
Saben del amor, en todos sus colores,
desde el rojo resplandor al mustio gris.
Sus piernas fuertes arrastran raíces todavía.
Prontas a sentir,
van con una vieja canción en los labios,
profunda intensidad en la mirada
y delicada seguridad en la sonrisa.
Pero, si esta advertencia es tardía,
y descubres que ya no puedes dejar de pensar en ella,
entonces, ten cuidado de ahora en más,
no te equivoques, no lo arruines:
no les envíes un mensaje de texto,
mejor invítale un café con tiempo;
no recurras al email,
preferirán sin duda un poema en servilleta.
No les hagas promesas,
no les vendas imagen,
mejor exhibe tu autenticidad mas despojada.
No caigas,
por rellenar,
en aturdido ruido vacuo,
deja que respire un silencio en común.
Vienen de quemar las naves
y cambiar comodidad indolente por riesgo vital.
Avanzan por un camino incierto, pero elegido.
En su cartera, fotos, un perfume y algunas lágrimas.
En su mirada, una decisión...
Ojo con ellas…
tal vez, si tienes suerte, hay una en tu camino"
—Jorge Eduardo Cinto