El enemigo más peligroso del matrimonio no siempre es el Diablo, fácil es culparlo a él de todo y hacernos las pobres víctimas. Conveniente es culpar a otros, por lo que solo nos compete a nosotros mismos el nunca descuidar. En verdad en la mayoría de casos es usted mismo que nunca ora por su matrimonio, es usted que no cuida nada, no valora, no cambia el mal carácter, no cambia los malos hábitos que destruyen la relación.
SÍ, USTED.
Es usted cuando le habla golpeado a su cónyuge, le trata mal y nunca cambia, ni pide perdón.
Es usted cuando ni por error tiene algún detalle, algún acto de servicio y de honra con su cónyuge.
Es usted cuando halaga y da cumplidos a terceros todo el tiempo, cuando nunca le dice nada bonito o le expresa gratitud a su cónyuge.
Es usted cuando no respeta al/a padre/madre de sus hijos y le oculta cosas, le miente, le engaña, solamente se la pasa hablando mal de él/ella y es desleal.
Es usted que no tiene hábitos de ahorro, gasta más de lo que gana, es vanidoso/a, vive de apariencia y todo el tiempo quiere vivir dependiendo de los demás.
Es usted cuando no tiene ningún deseo de superarse y procurar una estabilidad en su casa y siempre está en crisis por sus malas decisiones financieras.
Es usted cuando en cosas que solo les competen a ustedes, la opinión de sus familiares o amigos tiene más peso y es más relevante que la de su cónyuge.
Es usted que nunca quiere buscar a Dios, dice que no necesita congregarse, que a la Iglesia solo van hipócritas y mientras tanto sigue atado a vicios, adicciones, juegos de azar, pornografía, explota con facilidad y en casa pasan solo como perros y gatos.
Es usted cuando claramente su cónyuge siente que usted tiene dos o tres áreas más importantes y las que da más prioridad, que a cuidar y fortalecer su relación conyugal, cuando solamente Dios debe ser más importante que su matrimonio, solo él.
Es usted que ya se conformó a vivir en un matrimonio mediocre y dañino donde ya los golpes, los insultos, las ofensas, los celos, la desconfianza, el desinterés, la falta de atención y las traiciones son el pan de cada día y cree que todo eso, son bajas del matrimonio.
Un buen matrimonio se construye al cambiar, al hacer del matrimonio una prioridad y estar dispuestos los dos a afrontar el reto de luchar por mantenerlo estable y que represente una total bendición para ambos.
¿Quiere que su matrimonio sea una total bendición?
–Ore por él, cuídelo y haga primero de Dios su máxima prioridad, invierta tiempo, dedicación y recursos para aprender a cómo fortalecerlo y mantenerlo estable.
Un buen hogar se construye con sabiduría y se fundamenta en la prudencia. El conocimiento llena las habitaciones de bienes valiosos y agradables. (Proverbios 24:3 - 4)